El Ayuntamiento por dentro está bastante chulo, y tiene un gran valor simbólico, ya que aquí se hace la cena de gala de los Nobel. Pero además también vimos el salón de plenos y otras salas, como la sala dorada.
La cena de gala de los Nobel se hace en la sala azul, que de azul no tiene nada porque el arquitecto decidió al final dejarla de ladrillo visto. La frase "el arquitecto cambión de opinión", fue la más repetida durante la visita.
El salón de plenos tenía un techo alucinante (se supone que está inspirado en las antiguas casas vikingas, que tenían el techo al descubierto y por lo tanto se podía ver el cielo), y el nombre de una concejala era cuanto menos curioso. En España sería toda una declaración de principios.
La sala dorada sí que era dorada, y estaba recubierta totalmente por mosaicos de color... pues oro, que va a ser! Aquí de nuevo nos demostraron que los nórdicos también pueden ser chapuzas cuando quieren, y que, entre otros fallos, representaron mal las tres coronas, símbolo del país, incluyendo solo dos. Definitivamente confirmo que la chapuza no es algo exclusivo de España. Aun así, la sala esta muy bien.
Después del Ayuntamiento, callejeamos un poco más por Estocolmo, entre puentes e islas, para despedirnos de la ciudad de día, mas que nada. La ciudad está chula chula.
David y yo incluso nos hicimos friki-foto
Así que, despues de apurar el tiempo en la ciudad, volvimos a Lappis para coger lo ABSOLUTamente necesario para el barco (en mi caso; en el David y Luis fue lo BALLANTINESamente necesario), ya llí que partimos con otros cuantos Erasmus. Cuando llegamos al puerto no me imaginaba que cuando hablaban del barco se referían a semejante monstruo: parecía que nos íbamos de crucero!
El Cinderella por dentro estaba muy bien, tenía discoteca y sala de fiestas (para separar edades sútilmente), y un supermercado libre de impuestos, que es lo que les interesa a los suecos. Después de dar una vuelta por el barco (esperando a que abriesen el super, que los Erasmus tenían que comprar), empezamos la fiesta en nuestro camarote, y de ahí iríamos vagando entre pasillos, discotecas, y algunos, como David, también el calabozo (este chico si no ve el barco entero no se queda tranquilo). Una pena que el que habitualmente lleva cámara de video y hace unos montajes de lo más currao, no la llevase ese día porque se había roto. Porque desde luego podría utilizar muchas palabras para describir la noche del barco (pasada, locura, desfase), pero creo que todas se quedan cortas para describir lo bien que lo pasamos.
La próxima vez que actualice será ya pará contar la última noche, y también una crónica del fin de semana en Holanda (que esta tarde me voy a ver a mi hermano, cuñada y sobrinillos, que vienen a visitar a la parte holandesa de la familia). Y si creeis que no paro, el viernes que viene salgo para Praga...