Pues si, y la vimos. El primer día de verdad en Estocolmo lo aprovechamos muy bien. Íbamos decididos a pateárnosla y así lo hicimos. Cogimos el metro (el Tunnelbanan que lo llaman allí) hasta el extremo sur de lo que podría considerarse el centro, aunque en islas distintas tanto de la resi como del centro histórico en sí (al igual que ocurre en otras ciudades nórdicas, Estocolmo está formado por un conjunto de islas comunicadas entre sí). Desde esta isla pudimos ver una estupenda panorámica de la ciudad, y nos dimos cuenta de que realmente lo que nos quedaba de día prometía.
Después nos movimos hasta la isla de Gamla Stan, en el centro mismo de Estocolmo, y donde se encuentran entre otros, el Palacio Real y la Catedral, además de unas callejuelas con plazas bastante chulas.
Después de darnos una vueltecilla por la catedral (impresionante la talla de San Jorge y el dragón, y realmente desconcertante el candelabro de siete brazos delante del altar mayor), nos acercamos al Palacio Real, donde más bien de casualidad vimos el cambio de la Guardia Real. Lo tienen al estilo Londres, es decir, para turistas, porque cambian dos veces a la semana de guardia, pero oye, al menos así es probable que puedas verlo. Los comentarios os los dejo a vosotros, que para eso grabé un par de videos de los soldadillos desfilando. Lo de los pasitos para arrejuntarse no tiene precio.
El interior del Palacio Real está bien, aunque el que haya visto el Louvre por dentro o el Palacio Real de Madrid sin ir más lejos (bueno, desde Aachen está mas cerca el Louvre que el Palacio Real, joder que lío), pues tampoco es imprescindible. Si todavía estuviese la Princesa Magdalena para recibir a los visitantes...
Después seguimos pateándonos la ciudad con un sol esplendido, y más para estar en Suecia en marzo. La verdad es que tuvimos mucha suerte.
Nos acercamos después al Ayuntamiento, edificio que sale todos lo años en las noticias ya que es aquí donde se dan los Nobel. Los tíos estan orgullosísimos de él (que si 8 millones de ladrillos, que si estilo nacional-romántico), pero vamos, que como llegamos tarde, hasta el día siguiente no pudimos apreciar su verdadero valor, que está, como decían en La Bella y la Bestia, en el interior.
Así que tras buscar sin éxito el supermercado donde vendían una lata de medio kilo de atún con salsa rosa, bajo la estricta recomendación de la guía interrail de Luis, decidimos engrosar las arcas del señor McDonalds, una apuesta siempre segura en estos casos.
La siguiente parada nos esperaba en el Museo Vasa, que dentro de una enorme nave guarda un barco del siglo XVII que fue rescatado del fondo de la bahía de Estocolmo, con mucho esfuerzo, en los años 60. Los suecos están muy orgullosos del barco, y la verdad es que está muy bien conservado, más teniendo en cuenta que tiene más de 300 años y lo complicado que fue su rescate (con buzos con trajes a lo "Hombres de Honor"). Ahora, si en España le damos bien la vuelta a la tortilla, estos nórdicos no se quedan atrás. Porque después de ver uno el inmenso barco (casi 70 metros de eslora), a uno le explican la historia. ¿Y por qué estaba el barco en la bahía de Estocolmo? ¿Acaso se hundió en plena batalla defendiendo la ciudad? No señores no, el barco se hundió a los 20 minutos de zarpar, ante una pequeña ráfaga de viento, por lo mal construido que estaba. ¿Y eso es un orgullo nacional? Lo más lógico es que lo volviesen a tirar al agua y olvidar que tamaño esperpento alguna vez existió.
Ahora fuera de bromas, el museo está muy conseguido, y además del barco hay información disponible sobre todos los aspectos de este, reproducciones de las bodegas, programas interactivos de cómo hacer un barco y que no se hunda a la primera de cambio (sic.) y otras curiosidades. Incluso tienen expuestos los huesos que encontraron dentro (sic., sic.) y reproducciones increiblemente reales de como podrían ser los ocupantes (que daban realmente yuyu). Por cierto, los suecos del siglo XVII medían 1,60 (aún hay esperanza para mis descendientes...).
Del barco volvimos a Lappis (la resi de Jorge and co.) donde nos esperaba una fantástica cena española. Madre mía, desde la cena de Navidad que no comía también. Los erasmus de Aachen tenemos mucho que aprender en este sentido: cantidad y calidad a discrección.
Después de la cena fuimos al localillo cercano a la residencia donde suelen salir los Erasmus los miércoles. Pero ante la enorme cola, y deseosos de ver rubias, decidimos intentar acercarnos al centro a probar los locales de Estocolmo. Pero entrar tarde, no muy arreglados, y sólo chicos en los locales de moda de Estocolmo no es moco de pavo. Y ante el peligro de perder el último metro y quedarnos varados en el centro hasta la mañana siguiente, decidimos volver a Lappis para cargar pilas, para el día siguiente estar fresquitos ante el gran evento: el viaje en el Cinderella..
Por cierto, esta noche he cenado Haxe y Würstchen, úsease, en cristiano, codillo y salchichas. Después de casi 7 meses en Alemanía nunca había probado el afamado codillo, y bueno, la verdad es que está curioso, pero me gusta más el tuyo mamá!
1 comentario:
Guau!!!!
Quiero ir a Estocolmo!!!Qué ganas me han entrado...
Por cierto, cómo cuelga esa foto???Sale la cabeza de Silvia!!!
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